viernes, 23 de diciembre de 2011

Neuroteología: mapeando a dios en el cerebro

La ciencia se da a la tarea de encontrar el lugar preciso donde habita la divinidad en nuestro cerebro; por otra parte, investigadores fuera del mainstream científico buscan probar que la mente (y su divinidad inherente) pueden sanar a las personas y transformar el mundo.

 

La neuroteología es una controversial rama de la neurociencia que relaciona las experiencias místicas con la actividad cerebral. Estudiando lo que ocurre en el cerebro humano durante experiencias religiosas, experiencias cercanas a la muerte, ingesta de sustancias psicodélicas o meditación profunda, algunos científicos han llegado a sugerir que la idea de dios o la experiencia de la divinidad es algo que ocurre cuando ciertas zonas del cerebro se estimulan. Es decir, Dios es un producto de la actividad cerebral (y más que omnipresente tiene una ubicuidad limitada a ciertas regiones del cerebro humano). Este reduccionismo ha sido cuestionado por algunas personas que estudian los mismos fenómenos, sugiriendo contrariamente que es Dios el que se ha embebido al cerebro humano o ha hecho que éste sea capaz de percibir la divinidad (infectándonos con su virus). Dicho de modo más simple: el cerebro humano y su tendencia a tener experiencias místicas es  producto de la creación (o sintonía) divina.
La eterna pregunta en un plano más amplio es si Dios se descargó en el cerebro del hombre como una neuro huella digital (o un inevitable holofractal de su identidad con el universo, de que en cada bit, neurona o quantum está encriptada la información de todas las galaxias) o si el cerebro primitivo del hombre, desde el más puro materialismo, generó la idea de dios, la cual, en la medida que le sirvió a lo largo de su evolución, se dispersó y se replicó meméticamente, pero que en el futuro podría ser desechada, como se desechó el traje del mono, para vestirse ahora con el traje espacial del tecnoángel, amo y señor de su propio destino.
Como es evidente, este tema es bastante polémico y complejo —a veces similar a paradojas como “¿qué fue primero, el huevo o la gallina?” o “¿puede dios crear una piedra tan pesada que ni él mismo la pueda cargar?”. Sin embargo, es tan controvertido como estimulante —¿la metestimulación de pensar en la divinidad, con un cerebro diseñado por la evolución azarosa o por la inteligencia universal, para experimentar a dios?- y en los últimos años se ha generado una gran cantidad de información. A partir de diversas fuentes, y en especial de una investigación de la radio pública de Estados Unidos, hemos compilado diversos puntos de vista que enriquecen el espectro de discusión, en esta sonda en búsqueda de dios en el cerebro, de dios en todas partes o de nuestra propia divinidad.
EL OTRO G-SPOT: EL ASIENTO DE DIOS EN EL CEREBRO
Una de las tesis de la neuroteología sostiene que nuestra creencia en dios es el resultado de la evolución de nuestro cerebro. Un estudio realizado por el Dr. Jordan Grafman, del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos, mostró que las personas que reportaron haber experimentado íntimamente a Dios, participaban en comportamientos religiosos o hasta tenían “temor divino”, tendieron a mostrar mayor tamaño en las regiones cerebrales relacionadas con la empatía, la comunicación simbólica y la regulación emocional. Esto sugiere que la capacidad de albergar pensamientos religiosos podría haber contribuido en llevar al cerebro primitivo a su forma actual de sofisticación social. Grafman cree que los orígenes de la creencia en la divinidad residen en los mecanismos que evolucionaron para ayudar a los primates a entender a sus familiares y a otros animales. “Intentamos usar los mismos mecanismos sociales para explicar fenómenos poco comunes en la naturaleza”, dice Grafman.
Por su parte el Dr. Andrew Newberg, de la Universidad de Pennsylvania, quien ha estudiado a través de resonancias magnéticas los cerebros de sacerdotes católicos, monjes budistas y expertos meditadores, cree que las imágenes del cerebro sugieren que nuestros cerebros están hechos para creer en Dios y posiblemente nuestro órgano mental tiene el “hardware” preciso para hacernos más fácil creer en un poder superior.

 

Algunos expertos en epilepsia han sugerido la posibilidad de que las grandes figuras religiosas, como Moisés o San Pablo, hayan padecido este trastorno, ya que muchos epilépticos sostienen tener visiones divinas o escuchar las voces de ángeles. Actualmente algunos neurólogos creen haber encontrado la zona cerebral en la que se originan las experiencias espirituales: el lóbulo temporal. Esta zona está asociada con la memoria y las emociones y también es el sitio donde la actividad epiléptica ocurre.
Algunos estudios demuestran que personas que sufren de epilepsia en el lóbulo temporal reportan tener alucinaciones religiosas (incluso del nuevo tipo: extraterrestres), aunque es cierto que los números varían enormemente, entre el 10 y el 70%, según la literatura médica consultada.
El exponente más radical de la neuroteología es el Dr. Michael Persinger, famoso por crear lo que llama “el casco de dios”, a través del cual, sostiene, es posible inducir experiencias místicas en el laboratorio a cualquier persona.
“Desde el punto de vista de la neurociencia, toda experiencia es generada por una función cerebral. Eso significa todas las experiencias. Cuando tienes una experiencia de una memoria, eso es un patrón cerebral activado. Cuando tienes una experiencia de Dios, Alá, Buda o cualquiera que sea la fuente cósmica que te está inspirando, eso es actividad cerebral. ¿Eso significa que todo está siendo programado por la estructura cerebral y por la actividad electromagnética cerebral? Sí, claro que  así es”.
Persinger dice que la ciencia ha avanzado mucho desde el geocentrismo, pasando por Copérnico, Newton, Freud y concluye: “¿Cuál es la última ilusión que debemos de superar? Esa ilusión es la de que dios es un absoluto que existe independiente del cerebro humano y que de alguna forma estamos  bajo su cuidado”.
El poléico casco diseñado por el Dr.  Persinger estimula el lóbulo temporal con un campo magnético rotatorio débil (en microteslas). Los sujetos que experimentan con este casco son vendados en un ambiente de cero estímulos, para no ser sugestionados. Según Persinger, el 80% de los sujetos reporta tener experiencias religiosas. Estudios posteriores de Persinger sostienen que dos personas estimuladas de la misma forma reportan una conexión telepática en el laboratorio. (Existen numerosos escépticos del trabajo de Persinger).

 

Esta imagen registra la actividad cerebral de un hombre de 19 años en una evalución por ataques epilépticos. El hombre tenía un deja-vu y luego perdía la conciencia ordinaria. Después de 30 segundos, la actividad más prominente ocurre en el lóbulo temporal izquierdo
Menos radical, Orrin Devinsky, profesor de medicina en el Langone Medical Center de Nueva York, pone un interesante ejemplo: “Si tenemos a un hombre y una mujer profundamente enamorados y tienen un momento de intimidad y empatía,  en ese instante habría un cambio en su estado cerrberal que se podría apreciarse  en su lóbulo temporal también, ¿pero eso niega la presencia de amor verdadero entre ellos? Claro que no. Cuando estudias la espiritualidad como científico se vuelve extremadamente difícil. Solo puedes decir que es posible”.

EL QUÍMICO DE DIOS

Pese a que muchas de las sustancias psicodélicas que han sido denominadas “enteógenos” están prohibidas en la mayor parte del mundo, recientemente hemos empezado a ver un renacimiento de la medicina psicodélica. Uno de los estudios más relevantes en los últimos años es el realizado por la Universidad de John Hopkins con psilocibina —la sustancia activa de los hongos alucinógenos.
Una paciente  de este estudio, Karen Sokel, relata su experiencia: “Sé que tuve una fusión con la Unidad, con el Ser, y hubo un momento durante la experiencia que me estaba jalando gentilmente y vi una luz y recuerdo que pensé, ‘no estoy segura de que si me uno con la luz seguiré siendo’, pero me dejé ir… y la fusión fue la más bella, poderosa y sensual experiencia… fue como una explosión”.


Solomon Snyder, director del departamento de Neurociencia de la Universidad de John Hopkins, sospecha que la clave de las experiencias místicas es la serotonina, el neurotransmisor que afecta zonas del cerebro relacionadas a las emociones y a la percepción. Químicamente muchas de las sustancias psicodélicas son similares a la serotonina y activan el miso receptor
En la imagen se aprecia el efecto de la psilocibina en el cerebro. Las partes anaranjadas muestran un incremento en la actividad cerebral y las partes turquesas una disminución. La psilocibina incrementa de manera significativa la actividad en partes del cerebro ligadas a procesos cognitivos y emocionales.
Curiosamente, son los psicodélicos cuyos alcaloides pertenecen  a la familia de las triptaminas, los que son totalmente análogos a la serotonina: la psilocibina, la dimetiltriptamina (DMT) y la metoxidimetiltriptamina 5-MeO-DMT, etc.  Quizás no sea casualidad que en México, ya desde épocas remotas, se conozca a los hongos psilocibe como teonanacatl (“la carne de dios”); recientemente el Dr. Rick Strasmann —el único científico en realizar estudios médicos con DMT— escribió un libro sobre esta sustancia al que tituló La Molécula del Espíritu, en referencia a las experiencias espirituales recurrentes que la molécula del DMT provoca en las personas que lo consumen; y hace un par de años el psiconauta James Oroc tituló su libro sobre sus experiencias con el 5 MeO-DMT, obtenido del sapo de Sonora (bufo alvarius), La Molécula de Dios (al respecto, Pijama Surf publicó la experiencia de un avezado psiconauta con esta sustancia en la que curiosamente describe su experiencia de manera similar a la experiencia en psilocibina de Karen Sokel, como una explosión cósmica).
Contrastando con los postulados materialistas de la neurociencia, el famoso psiconauta y bricoleur Terence Mckenna consideraba que el  el DMT manifiesta claramente que la existencia de la conciencia incorpórea es una posibilidad  real y  que la evolución humana tiende a la materialización del espíritu. Su hermano, el etnobotánico Dennis Mckenna, dice en este documental que el DMT es una “pastilla instántanea de supremas realidades metafísicas” y  se mistifica porque el ser humano tiene un “detector de la divinidad en el cerebro”.
Las visiones místicas que producen las triptaminas pueden ser vistas como indicadores de que existe una dimensión divina a la cual podemos acceder bajo cierta manipulación de nuestra percepción (abriendo el tercer ojo o la glándula pineal según la tradición mística) o como una prueba de que Dios es una alucinación de nuestro cerebro, un artificio meramente químico, mismo que sobreviene si liberamos ciertos neurotransmisores, como quien reproduce una grabación holográfica apretando una serie de botones.

EL CEREBRO DE LAS PERSONAS  QUE TIENEN EXPERIENCIAS MÍSTICAS

El susodicho Dr. Newberg ha descubierto también que en las personas que meditan mucho se presenta una actividad en el lóbulo frontal y una disminución en la actividad del lóbulo parietal (el área del cerebro encargada del sentido de orientación en el tiempo-espacio).

 

Newberg escaneó el cerebro del también profesor de la Universidad de Pennsylvania, Michael Baime, quien lleva meditando más de 40 años. Los resultados de la imagen cerebral de Baime  coinciden con casos anteriores que incluyen monjes tibetanos meditando, franciscanos rezando y sikhs cantando: en todos se ha visto que el lóbulo parietal se apaga.
“Esta es un área que normalmente recibe nuestra información sensorial y trata de crear un sentido de nosotros mismos para orientarnos en el espacio. Cuando las personas pierden este sentido de ser sienten una sensación de unidad y las fronteras entre uno y los demás se borran”.
Newberg cree que en lo que respecta al cerebro toda experiencia espiritual es una experiencia espiritual (en este sentido todos los dioses y todas las técnicas de éxtasis son una).
Por otra parte, Richard Davidson, de la Universidad de Wisconsin, ha escaneado los cerebros de monjes budistas que llevan años meditando. Davidson descubrió que las zonas de atención y empatía de sus cerebros están “finamente entonadas como un Porsche” y que estas personas habían desarrollado más antivirus naturales que las personas que no meditan. Davidson llama a esto simplemente neuroplasticidad y dice que, practicando, cualquiera puede llevar a su cerebro a un estado similar.
Mario Beauregard, un neurocientífico de la Universidad de Montreal, reclutó a 15 personas que habían tenido experiencias cercanas a la muerte y las comparó con monjes budistas y personas que pasan mucho tiempo meditando. Los resultados indican que las personas que habían tenido experiencias cercanas a la muerte tienen cerebros similares a los expertos meditadores, ambos con una actividad muy lenta en ciertas partes del cerebro. Al parecer la neuroplasticidad puede ser lograda con una sola experiencia poderosa que de alguna forma repita su patrón cerebral creando una pauta generalizada.

PUEDEN NUESTROS PENSAMIENTOS AFECTAR LA SALUD DE LOS DEMÁS

Desde tiempos ancestrales las personas han creído en el poder del pensamiento y la palabra para afectar a las demás personas y al mundo material en general. Tanto la magia con su incantaciones, el chamanismo con sus canciones y la religión con sus oraciones, sostienen que existe una energía sutil que es capaz de operar a distancia (quizás lo que actualmente la física llama el entrelazamiento cuántico y lo que Einstein rechazaba llamando “spooky action at a distance”). Para los chamanes esta energía sutil muchas veces son los ancestros o los aliados (espíritus de las plantas o númenes de la naturaleza); para las personas religiosas generalmente es dios el que intercede por ellos.
Esto actualmente ha generado una rama de la medicina alternativa, considerada una pseudociencia, conocida como la psiconeuroinmunología, la cual intenta canalizar y estudiar cómo influye la intención de una persona en la salud de otra persona enferma. Es decir, curar con el pensamiento y la palabra.
El documental The Living Matrix recopila una serie de investigaciones en torno a este tema. Uno de los experimentos es explicado por la presidenta del Institute of Noetic Sciences, Marilyn Schlitz.
En el experimento una persona fue entrenada para desarrollar su compasión y proyectar su intención. Luego se colocó a un paciente en un cuarto herméticamente cerrado, sin influencia de campos electromagnéticos.  Se colocó en otra habitación a la persona que había sido entrenada, donde se le pasaba la imagen del paciente (un familiar suyo) periódicamente y se les pedía enviar pensamientos compasivos. El experimento mostró una correlación entre la actividad fisiólogica de la persona que enviaba pensamientos “amorosos y sanadores” y el paciente de cáncer, “lo que sugiere que existe una forma desconocida en la que se transmite la información”.
Richard Sloan, profesor de medicina de la Universidad de Columbia, dice que es rídiculo pensar que la simple oración y el pensamiento puedan curar a alguien más.
¿Dios en el cerebro? ¿Tú en el cerebro de Dios? ¿El universo como cerebro de Dios? ¿Dios jugando a los dados con tu cerebro? ¿Dios jugando universos en tu cerebro? ¿Tú jugando dados con Dios? ¿Tirando dioses en tu cerebro? Algunos filósofos y científicos, acaso megalomaníacamente (aunque no sin lucidez), han dicho que el hombre inventó a Dios o que el hombre mató a Dios. Tradiciones místicas ancestrales, en cambio, señalan que Dios creó al universo, al hombre e incluso al cerebro para percibirse a sí mismo, en una especie de juego de escondidillas cósmicas y de diversidad camaléonica. Quizá la mejor respuesta que puedes obtener sea preguntare a ti mismo —a tu lóbulo superior, a tu tercer ojo, a tu corazón, a tu séptimo chakra con sus infinitos pétalos de luz blanca, tocándote tu G-Spot… y, sin embargo, probablemente recibas la misma respuesta que obtienes cuando pones un espejo contra otro espejo…


No hay comentarios: