Neuroteología: mapeando a dios en el cerebro
La ciencia se da a la tarea de encontrar el
lugar preciso donde habita la divinidad en nuestro cerebro; por otra
parte, investigadores fuera del mainstream científico buscan probar que
la mente (y su divinidad inherente) pueden sanar a las personas y
transformar el mundo.
La
neuroteología es una controversial rama de la neurociencia que
relaciona las experiencias místicas con la actividad cerebral.
Estudiando lo que ocurre en el cerebro humano durante experiencias
religiosas, experiencias cercanas a la muerte, ingesta de sustancias
psicodélicas o meditación profunda, algunos científicos han llegado a
sugerir que la idea de dios o la experiencia de la divinidad es algo que
ocurre cuando ciertas zonas del cerebro se estimulan. Es decir, Dios es
un producto de la actividad cerebral (y más que omnipresente tiene una
ubicuidad limitada a ciertas regiones del cerebro humano). Este
reduccionismo ha sido cuestionado por algunas personas que estudian los
mismos fenómenos, sugiriendo contrariamente que es Dios el que se ha
embebido al cerebro humano o ha hecho que éste sea capaz de percibir la
divinidad (infectándonos con su virus). Dicho de modo más simple: el
cerebro humano y su tendencia a tener experiencias místicas es producto
de la creación (o sintonía) divina.
La eterna pregunta en un plano más
amplio es si Dios se descargó en el cerebro del hombre como una neuro
huella digital (o un inevitable holofractal de su identidad con el
universo, de que en cada bit, neurona o quantum está encriptada la
información de todas las galaxias) o si el cerebro primitivo del hombre,
desde el más puro materialismo, generó la idea de dios, la cual, en la
medida que le sirvió a lo largo de su evolución, se dispersó y se
replicó meméticamente, pero que en el futuro podría ser desechada, como
se desechó el traje del mono, para vestirse ahora con el traje espacial
del tecnoángel, amo y señor de su propio destino.
Como es evidente, este tema es bastante
polémico y complejo —a veces similar a paradojas como “¿qué fue primero,
el huevo o la gallina?” o “¿puede dios crear una piedra tan pesada que
ni él mismo la pueda cargar?”. Sin embargo, es tan controvertido como
estimulante —¿la metestimulación de pensar en la divinidad, con un
cerebro diseñado por la evolución azarosa o por la inteligencia
universal, para experimentar a dios?- y en los últimos años se ha
generado una gran cantidad de información. A partir de diversas fuentes,
y en especial de una
investigación de la radio pública de Estados Unidos,
hemos compilado diversos puntos de vista que enriquecen el espectro de
discusión, en esta sonda en búsqueda de dios en el cerebro, de dios en
todas partes o de nuestra propia divinidad.
EL OTRO G-SPOT: EL ASIENTO DE DIOS EN EL CEREBRO
Una de las tesis de la neuroteología
sostiene que nuestra creencia en dios es el resultado de la evolución de
nuestro cerebro. Un
estudio
realizado por el Dr. Jordan Grafman, del Instituto Nacional de Salud de
Estados Unidos, mostró que las personas que reportaron haber
experimentado íntimamente a Dios, participaban en comportamientos
religiosos o hasta tenían “temor divino”, tendieron a mostrar mayor
tamaño en las regiones cerebrales relacionadas con la empatía, la
comunicación simbólica y la regulación emocional. Esto sugiere que la
capacidad de albergar pensamientos religiosos podría haber contribuido
en llevar al cerebro primitivo a su
forma actual de sofisticación social.
Grafman cree que los orígenes de la creencia en la divinidad residen en
los mecanismos que evolucionaron para ayudar a los primates a entender a
sus familiares y a otros animales. “Intentamos usar los mismos
mecanismos sociales para explicar fenómenos poco comunes en la
naturaleza”, dice Grafman.
Por su parte el Dr.
Andrew Newberg,
de la Universidad de Pennsylvania, quien ha estudiado a través de
resonancias magnéticas los cerebros de sacerdotes católicos, monjes
budistas y expertos meditadores, cree que las imágenes del cerebro
sugieren que nuestros cerebros están hechos para creer en Dios y
posiblemente nuestro órgano mental tiene el “hardware” preciso para
hacernos más fácil creer en un poder superior.
Algunos
expertos en epilepsia han sugerido la posibilidad de que las grandes
figuras religiosas, como Moisés o San Pablo, hayan padecido este
trastorno, ya que muchos epilépticos sostienen tener visiones divinas o
escuchar las voces de ángeles. Actualmente algunos neurólogos creen
haber encontrado la zona cerebral en la que se originan las experiencias
espirituales: el lóbulo temporal. Esta zona está asociada con la
memoria y las emociones y también es el sitio donde la actividad
epiléptica ocurre.
Algunos estudios demuestran que personas que sufren de
epilepsia en el lóbulo temporal
reportan tener alucinaciones religiosas (incluso del nuevo tipo:
extraterrestres), aunque es cierto que los números varían enormemente,
entre el 10 y el 70%, según la literatura médica consultada.
El exponente más radical de la
neuroteología es el Dr. Michael Persinger, famoso por crear lo que llama
“el casco de dios”, a través del cual, sostiene, es posible inducir
experiencias místicas en el laboratorio a cualquier persona.
“Desde el punto de vista de la neurociencia, toda experiencia es generada por una función cerebral. Eso significa todas
las experiencias. Cuando tienes una experiencia de una memoria, eso es
un patrón cerebral activado. Cuando tienes una experiencia de Dios, Alá,
Buda o cualquiera que sea la fuente cósmica que te está inspirando, eso
es actividad cerebral. ¿Eso significa que todo está siendo programado
por la estructura cerebral y por la actividad electromagnética cerebral?
Sí, claro que así es”.
Persinger dice que la ciencia ha
avanzado mucho desde el geocentrismo, pasando por Copérnico, Newton,
Freud y concluye: “¿Cuál es la última ilusión que debemos de superar?
Esa ilusión es la de que dios es un absoluto que existe independiente
del cerebro humano y que de alguna forma estamos bajo su cuidado”.
El poléico casco diseñado por el
Dr. Persinger
estimula el lóbulo temporal con un campo magnético rotatorio débil (en
microteslas). Los sujetos que experimentan con este casco son vendados
en un ambiente de cero estímulos, para no ser sugestionados. Según
Persinger, el 80% de los sujetos reporta tener experiencias religiosas.
Estudios posteriores de Persinger sostienen que dos personas estimuladas
de la misma forma reportan una
conexión telepática en el laboratorio. (
Existen numerosos escépticos del trabajo de Persinger).
Esta
imagen registra la actividad cerebral de un hombre de 19 años en una
evalución por ataques epilépticos. El hombre tenía un deja-vu y luego
perdía la conciencia ordinaria. Después de 30 segundos, la actividad más
prominente ocurre en el lóbulo temporal izquierdo
Menos radical, Orrin Devinsky, profesor
de medicina en el Langone Medical Center de Nueva York, pone un
interesante ejemplo: “Si tenemos a un hombre y una mujer profundamente
enamorados y tienen un momento de intimidad y empatía, en ese instante
habría un cambio en su estado cerrberal que se podría apreciarse en su
lóbulo temporal también, ¿pero eso niega la presencia de amor verdadero
entre ellos? Claro que no. Cuando estudias la espiritualidad como
científico se vuelve extremadamente difícil. Solo puedes decir que es
posible”.
EL QUÍMICO DE DIOS
Pese a que muchas de las sustancias
psicodélicas que han sido denominadas “enteógenos” están prohibidas en
la mayor parte del mundo, recientemente hemos empezado a ver un
renacimiento de la medicina psicodélica.
Uno de los estudios más relevantes en los últimos años es el realizado
por la Universidad de John Hopkins con psilocibina —la sustancia activa
de los hongos alucinógenos.
Una paciente de este estudio, Karen
Sokel, relata su experiencia: “Sé que tuve una fusión con la Unidad, con
el Ser, y hubo un momento durante la experiencia que me estaba jalando
gentilmente y vi una luz y recuerdo que pensé, ‘no estoy segura de que
si me uno con la luz seguiré siendo’, pero me dejé ir… y la fusión fue
la más bella, poderosa y sensual experiencia… fue como una explosión”.
Solomon Snyder, director del
departamento de Neurociencia de la Universidad de John Hopkins, sospecha
que la clave de las experiencias místicas es la serotonina, el
neurotransmisor que afecta zonas del cerebro relacionadas a las
emociones y a la percepción. Químicamente muchas de las sustancias
psicodélicas son similares a la serotonina y activan el miso receptor
En la imagen se aprecia el efecto de
la psilocibina en el cerebro. Las partes anaranjadas muestran un
incremento en la actividad cerebral y las partes turquesas una
disminución. La psilocibina incrementa de manera significativa la
actividad en partes del cerebro ligadas a procesos cognitivos y
emocionales.
Curiosamente, son los psicodélicos cuyos alcaloides pertenecen a la familia de las
triptaminas,
los que son totalmente análogos a la serotonina: la psilocibina, la
dimetiltriptamina (DMT) y la metoxidimetiltriptamina 5-MeO-DMT, etc.
Quizás no sea casualidad que en México, ya desde épocas remotas, se
conozca a los hongos psilocibe como
teonanacatl (“la carne de
dios”); recientemente el Dr. Rick Strasmann —el único científico en
realizar estudios médicos con DMT— escribió un libro sobre esta
sustancia al que tituló
La Molécula del Espíritu, en referencia
a las experiencias espirituales recurrentes que la molécula del DMT
provoca en las personas que lo consumen; y hace un par de años el
psiconauta James Oroc tituló su libro sobre sus experiencias con el 5
MeO-DMT, obtenido del sapo de Sonora (
bufo alvarius),
La Molécula de Dios (al respecto, Pijama Surf publicó
la experiencia de un avezado psiconauta con esta sustancia
en la que curiosamente describe su experiencia de manera similar a la
experiencia en psilocibina de Karen Sokel, como una explosión cósmica).
Contrastando con los postulados materialistas de la neurociencia, el famoso psiconauta y
bricoleur
Terence Mckenna consideraba que el el DMT manifiesta claramente que la
existencia de la conciencia incorpórea es una posibilidad real y que
la evolución humana tiende a la materialización del espíritu. Su
hermano, el etnobotánico Dennis Mckenna, dice en
este documental
que el DMT es una “pastilla instántanea de supremas realidades
metafísicas” y se mistifica porque el ser humano tiene un “detector de
la divinidad en el cerebro”.
Las visiones místicas que producen las
triptaminas pueden ser vistas como indicadores de que existe una
dimensión divina a la cual podemos acceder bajo cierta manipulación de
nuestra percepción (abriendo el tercer ojo o la glándula pineal según la
tradición mística) o como una prueba de que Dios es una alucinación de
nuestro cerebro, un artificio meramente químico, mismo que sobreviene si
liberamos ciertos neurotransmisores, como quien reproduce una grabación
holográfica apretando una serie de botones.
EL CEREBRO DE LAS PERSONAS QUE TIENEN EXPERIENCIAS MÍSTICAS
El susodicho Dr. Newberg ha descubierto
también que en las personas que meditan mucho se presenta una actividad
en el lóbulo frontal y una disminución en la actividad del lóbulo
parietal (el área del cerebro encargada del sentido de orientación en el
tiempo-espacio).
Newberg
escaneó el cerebro del también profesor de la Universidad de
Pennsylvania, Michael Baime, quien lleva meditando más de 40 años. Los
resultados de la imagen cerebral de Baime coinciden con casos
anteriores que incluyen monjes tibetanos meditando, franciscanos rezando
y sikhs cantando: en todos se ha visto que el lóbulo parietal se apaga.
“Esta es un área que normalmente recibe
nuestra información sensorial y trata de crear un sentido de nosotros
mismos para orientarnos en el espacio. Cuando las personas pierden este
sentido de ser sienten una sensación de unidad y las fronteras entre uno
y los demás se borran”.
Newberg cree que en lo que respecta al
cerebro toda experiencia espiritual es una experiencia espiritual (en
este sentido todos los dioses y todas las técnicas de éxtasis son una).
Por otra parte, Richard Davidson, de la
Universidad de Wisconsin, ha escaneado los cerebros de monjes budistas
que llevan años meditando. Davidson descubrió que las zonas de atención y
empatía de sus cerebros están “finamente entonadas como un Porsche” y
que estas personas habían desarrollado más antivirus naturales que las
personas que no meditan. Davidson llama a esto simplemente
neuroplasticidad y dice que, practicando, cualquiera puede llevar a su
cerebro a un estado similar.
Mario Beauregard, un neurocientífico de
la Universidad de Montreal, reclutó a 15 personas que habían tenido
experiencias cercanas a la muerte y las comparó con monjes budistas y
personas que pasan mucho tiempo meditando. Los resultados indican que
las personas que habían tenido experiencias cercanas a la muerte tienen
cerebros similares a los expertos meditadores, ambos con una actividad
muy lenta en ciertas partes del cerebro. Al parecer la neuroplasticidad
puede ser lograda con una sola experiencia poderosa que de alguna forma
repita su patrón cerebral creando una pauta generalizada.
PUEDEN NUESTROS PENSAMIENTOS AFECTAR LA SALUD DE LOS DEMÁS
Desde tiempos ancestrales las personas
han creído en el poder del pensamiento y la palabra para afectar a las
demás personas y al mundo material en general. Tanto la magia con su
incantaciones, el chamanismo con sus canciones y la religión con sus
oraciones, sostienen que existe una energía sutil que es capaz de operar
a distancia (quizás lo que actualmente la física llama el
entrelazamiento cuántico y lo que Einstein rechazaba llamando “spooky
action at a distance”). Para los chamanes esta energía sutil muchas
veces son los ancestros o los aliados (espíritus de las plantas o
númenes de la naturaleza); para las personas religiosas generalmente es
dios el que intercede por ellos.
Esto actualmente ha generado una rama de
la medicina alternativa, considerada una pseudociencia, conocida como
la psiconeuroinmunología, la cual intenta canalizar y estudiar cómo
influye la intención de una persona en la salud de otra persona enferma.
Es decir, curar con el pensamiento y la palabra.
El documental The Living Matrix recopila
una serie de investigaciones en torno a este tema. Uno de los
experimentos es explicado por la presidenta del Institute of Noetic
Sciences, Marilyn Schlitz.
En el experimento una persona fue
entrenada para desarrollar su compasión y proyectar su intención. Luego
se colocó a un paciente en un cuarto herméticamente cerrado, sin
influencia de campos electromagnéticos. Se colocó en otra habitación a
la persona que había sido entrenada, donde se le pasaba la imagen del
paciente (un familiar suyo) periódicamente y se les pedía enviar
pensamientos compasivos. El experimento mostró una correlación entre la
actividad fisiólogica de la persona que enviaba pensamientos “amorosos y
sanadores” y el paciente de cáncer, “lo que sugiere que existe una
forma desconocida en la que se transmite la información”.
Richard Sloan, profesor de medicina de
la Universidad de Columbia, dice que es rídiculo pensar que la simple
oración y el pensamiento puedan curar a alguien más.
¿Dios en el cerebro? ¿Tú en el cerebro
de Dios? ¿El universo como cerebro de Dios? ¿Dios jugando a los dados
con tu cerebro? ¿Dios jugando universos en tu cerebro? ¿Tú jugando dados
con Dios? ¿Tirando dioses en tu cerebro? Algunos filósofos y
científicos, acaso megalomaníacamente (aunque no sin lucidez), han dicho
que el hombre inventó a Dios o que el hombre mató a Dios. Tradiciones
místicas ancestrales, en cambio, señalan que Dios creó al universo, al
hombre e incluso al cerebro para percibirse a sí mismo, en una especie
de juego de escondidillas cósmicas y de diversidad camaléonica. Quizá la
mejor respuesta que puedes obtener sea preguntare a ti mismo —a tu
lóbulo superior, a tu tercer ojo, a tu corazón, a tu séptimo chakra con
sus infinitos pétalos de luz blanca, tocándote tu G-Spot… y, sin
embargo, probablemente recibas la misma respuesta que obtienes cuando
pones un espejo contra otro espejo…