miércoles, 28 de junio de 2017




por José Vaso
28 Diciembre2015
del Sitio Web LaCajaDePandora

Tanto a nivel individual como colectivo somos portadores de una sombra autóctona, inteligente y súper-activa, cuya intención última es ante todo sobrevivir.

Esta sombra conforma un universo de escalas, estatus y recursos de supervivencia que cohabitan en sí misma y en cada uno de nosotros a la vez, nutriéndose de la energía emocional del "huésped", (cualquiera de nosotros) a modo de ocupa milenario; siempre dispuesta a defender, imprevisiblemente, su propia existencia por encima de cualquier intento de "agresión", o percepción de intromisión, que detectará cualquier programa vivo que actúa desde su impronta más primaria.

Completamente desconectada de la energía que conforma el universo consciente de ser ese "infinito universo", o formar parte del mismo, la sombra responde a través de las máscaras de los personajes ficticios en términos de supervivencia en estado puro.
La sombra que dirige al personaje está convencida de que se va a morir, y sus reacciones son dominadas, en consecuencia, por el miedo.
Esa sombra o parte de esa sombra es lo que nosotros identificamos, posiblemente sin saber a qué nos referimos y en términos abstractos, como simplemente "miedo".
 

Desde siempre nos contaron que el miedo actúa como recurso de supervivencia, y lo justificamos como algo innato y natural, y sin embargo se construye así mismo como tal, ya que la esencia en su forma más primaria es eterna, y por lo tanto ajena a toda idea de daño o perjuicio para la vida, pues esa esencia es la vida en sí misma.

Pensamos en el miedo entonces como algo necesario para sobrevivir, pero tengamos muy en cuenta que, la supervivencia, tan solo se puede dar dentro de un paradigma donde la muerte sea una posibilidad.

Es por eso que el miedo "se construye", y ahora podemos decir que se construye en atención a esa máxima elemental, edificada sobre una sencilla pero arraigada creencia:
La creencia de que nos vamos a morir.
Hablamos del miedo desde siempre como un fenómeno natural, tan natural como la vida misma, pero es incierto; el miedo responde a un programa de supervivencia artificial, pues se encuentra sostenido por un paradigma de la mente separada…

¿Separada de qué?

Pues separada, nada más y nada menos, que de su propia esencia; tan primigenia como trascendental.

La idea de la muerte conforma el muro emocional donde, una y otra vez, rebotan en su sólida coraza cuantas situaciones nos evoquen la creencia de estar en peligro de muerte.
 


 

Cada vez que algo se topa contra ese muro, (el muro emocional), queda garantizada una forma de miedo nueva, con cada nueva manera de sentir nuestra vida en riesgo o en peligro de extinción.
Ese miedo es fragmentado a su vez en incontables subcategorías que englobarán cualquier tipo de estado de precariedad, bien sea alimentario, de cobijo, de calor emocional o de rechazo, pues volvemos a situarnos en precario, volviendo a accionarse una vez más ese recurso ancestral, basado en la creencia original de que la vida es algo que se puede llegar a perder.

Al ser ese miedo completamente irracional, (pues ya hemos visto que se encuentra sostenido por una simple creencia fruto de la separación - la idea de la muerte), funciona al margen de las leyes universales más rudimentarias, y se antepone con ilógica pretensión a cuantas necesidades reales de colaboración y empatía, necesita el ser humano para manifestar la idea de la vida desde su origen más primario, es decir; desde su vertiente, ahora sí, más "natural".

Se pongan como se pongan los Darwinistas y servidores de la teoría de la evolución, vemos como el miedo no supera siquiera su primera prueba como "recurso natural de supervivencia".
De hecho, fracasa estrepitosamente, mostrándose como una quimera, totalmente artificial, producto tan solo de la ficción de una mente separada.

Podríamos llegar a decir que la llegada de un alma al "mundo de lo físico y la materia", por contagio cuántico o cultural, se contaminará de inmediato por los códigos imperantes de "ese miedo irracional", que de seguro ya contaba con tintes claros de "gran reserva milenaria", y esto será verdad solo en parte, porque aun a riesgo de cercenar desde la base un arraigado paradigma, todo apunta a lo contrario:
"La construcción del mundo de lo físico y la materia", con todos sus miedos ancestrales, se debe más bien a la inercia milenaria de la densificación de la energía de la "conciencia original", causada por la acumulación sostenida y expandida de aquel miedo primigenio, que alguien sintió por primera vez al crearse un suficiente "muro emocional", que le hizo perder la perspectiva de "quien era", aislándose por un fugaz momento de su propia naturaleza.
Y desde ahí, se cometió ese "pecado original", que nada tiene que ver con la manzana de Adán y Eva, ni con comer del famoso "Árbol del Conocimiento", tiempo después.

A no ser que comer de ese árbol fuese prohibitivo, y se convirtiese en pecado la única posibilidad de redención del hombre, que paradójicamente, reside en revertir la historia al completo, precisamente comiendo del árbol de la vida y el conocimiento:
Es decir, mordiendo la manzana de Lucifer. Ahí es nada...

La historia fue cambiada por la inteligencia de la sombra autóctona equivalente al miedo, consecuentemente para asegurar su supervivencia, porque es un ser vivo, independiente, inteligente y con motivaciones propias.
"Morder la manzana de Lucifer" supone entonces nuestra salvación como especie, ya que si sabemos que con miedo no se puede vivir, no nos quedará otra que transformar la realidad o perecer en el intento.
Por otra parte, siendo esta la única forma posible de morir, tampoco habrá mucho de qué preocuparse, pues en ese caso llevamos muertos, si el tiempo no existe, toda una extensa eternidad.

De modo que nacer será la única salida que nos quede, pero nos cuesta, porque nacer nos da miedo; ya que para nacer antes antes hay que "morir" en el reino del miedo, y el miedo recordemos que no se quiere morir, porque no sabe nada de nosotros, ni de la eternidad, ni sabe que si nacemos, él también renacerá transformado junto con nosotros.

La competición, la contienda, el dinero, la superación individual, el trabajo, el tiempo, las guerras y todo lo demás, responden a los requerimientos del miedo, sin más, porque aunque los cuerpos mueran el miedo permanece, ya que también forma parte de nuestra energía de conciencia, porque ahí se encuentra y como sabemos, ésta es eterna.

Dentro de nosotros vive y viviendo de nosotros continuará, de no ser transformado en un proceso de liberación consciente, ya que no se puede vencer ni superar, porque si es vencido se hace más fuerte para la próxima contienda, y si es superado se queda en la retaguardia, esperando su mejor momento…

El conocimiento es lo que nos libera, porque a través de conocernos "volvemos a casa".

El miedo no es un "recurso natural": Es irracional, ficticio, y tan ilusorio como ilusoria es la idea de la muerte.
Tantas veces repetido el fractal en cada moraleja que nos dejaban en la pelis: "The End", "El Final"; pero sabemos que la película nunca terminó, los actores continúan, la función es perpetua y la cadena que nos retiene transitoria, si así lo queremos ver.

Abre los ojos, tu miedo es irracional. Puedes comer de la manzana de Lucifer, porque ahí está la puerta de salida.

Buen provecho...
 




por Alejandro Martinez Gallardo
14 Agosto 2016
del Sitio Web Pijamasurf

 
Células nerviosas



Uno de los descubrimientos
más poéticos de la historia de la anatomía:
las células son como pequeñas estrellas
y al morir intensifican su irradiación de luz

 

El científico alemán Fritz Albert Popp, continuando el trabajo de Alexander Gurwitsch, logró comprobar hace más de 3 décadas que los seres humanos (y todo los seres) vivos emiten luz.
Popp ha teorizado que estas emisiones de luz ultra-débil, a las cuales designó como "biofotones", juegan un papel importante en la comunicación celular, articulando literalmente un lenguaje de luz que interviene en la organización de diferentes funciones.
Sus descubrimientos sugieren que el nivel de coherencia de estas emisiones biofotónicas se correlaciona con el nivel de salud de un organismo y ciertas enfermedades pueden identificarse por patrones de emisión caótica, como explicó Popp en una entrevista a la periodista Lynne McTaggart, quien publicó esta información en su libro The Field.
Recientemente, según publicó la revista de tecnología del MIT, el científico Sergey Mayburov confirmó que las emisiones biofotónicas intervienen en algún tipo de comunicación celular.

El origen de estos fotones almacenados en las células es altamente poético a la vez que simple y eficaz (en la naturaleza la poesía no está peleada con la economía). Popp cree que las células almacenan fotones del Sol y de los alimentos que consumen - siendo las plantas los organismos que mayor cantidad de emisión biofotónica presentan.
En esto coincide con el premio Nobel Albert Szent-Györgyi, quien teorizó que la energía fundamental que llamamos 'vida' es en realidad un circuito eléctrico que une al Sol con todos los organismos de la Tierra.
De acuerdo con Szent-Györgyi:
"Una célula requiere energía no sólo para realizar todas sus funciones sino para el mantenimiento de su estructura. Sin energía, la vida se extinguiría instantáneamente, y el tejido celular se colapsaría.

La fuente de esta energía es la radiación del Sol".
Esta conexión entre la vida y la luz o entre las células y el Sol tiene un elegante detalle "microcósmico", según ha observado Popp.

Estudiando diversas enfermedades, Popp y sus colegas descubrieron que cuando una célula está por morir emite una radiación biofotónica (Biophotons - Ultraweak Light Impulses Regulate Life Processes in Aging) cientos de veces mayor a la que despide normalmente, algo que ha sido comparado con la explosiva muerte de las supernovas (estrellas masivas que emiten un enorme resplandor en su colapso gravitacional).

Estudiando células bajo estrés Popp ha teorizado que esta emisión anómala de luz es un mecanismo de defensa para restablecer el equilibrio del sistema.

Quizás la emisión de luz en las células mortecinas tenga un resultado similar a la explosión de las supernovas que contribuye a enriquecer el medio galáctico al diseminar elementos químicos pesados y formar nuevas estrellas.




Ya que nuestro organismo está constantemente renovándose, podemos decir que millones de pequeñas estrellas mueren y nacen cada instante en nuestro cuerpo.

Esta bellísima coincidencia (que quizás no sea una coincidencia, sino la expresión de un mismo principio a diferente escala) nos hace pensar en la más antigua de las filosofías naturales, de la cual en gran medida nació lo que hoy llamamos ciencia y que nos parece tan lejana de este pensamiento de correspondencias.

Esto es, la idea de una relación analógica entre el macrocosmos y el microcosmos (Como es Arriba, es Abajo).

Para la mayoría de las culturas antiguas, el ser humano y la naturaleza en su conjunto eran una imagen del cielo y los procesos fisiológicos y psicológicos de todos los seres vivos en la Tierra estaban estrechamente vinculados con los procesos cósmicos.

Esto es una forma sencilla, pero no por ello menos elegante, de explicar la unidad de todas las cosas. Una misma energía original que se imprime en todas las cosas pero a diferente magnitud.

Los antiguos chinos derivaron su medicina del movimiento creativo del cosmos (el taiji, que es precedido por lo inmanifiesto e ilimitado wuji)... y 3 mil años después esta medicina, que es sobre todo una filosofía, sigue practicándose con efectividad.

Se ha sugerido que los "acupuntos" en el cuerpo humano utilizados por la acupuntura guardan cierta relación con las constelaciones en el cielo (el hombre es un pequeño universo). Y, por supuesto, cada una de las cinco estructuras anatómicas fundamentales y sus órganos relacionados están ligados directamente con uno de los cinco planetas.

La mística, música y erudita Hildegard von Bingen en una de sus canciones visionarias (video abajo) habla de una lucida materia ("materia luminosa" en latín) con la cual la divinidad infundió el cosmos:






Esta materia luminosa - que es "la brillante y alegre belleza del Sol" y la "Palabra insuflada del espíritu" - es la que forma el cuerpo humano y es el sostén mismo de todas las criaturas, una materia espiritual (la luz elimina la dualidad entre materia y espíritu). 

Wighard Strehlow en su libro Hildegard of Bingen's Spiritual Remedies compara las las visiones de la mística alemana con los biofotones de Popp:
"Las visiones de Hildegard de proyectiles de bolas de fuego llevando la información biológica de todas las células van más allá del conocimiento de su tiempo".
El cabalista Aryeh Kaplan, en su traducción del Sepher Yetzirah, nos dice que existen mil 21 posibles permutaciones de las letras del alfabeto hebreo,
"un número cercano al número total de estrellas totales en el universo… así que a partir de las permutaciones del alfabeto, un nombre puede ser formado para cada estrella del universo.

Esto en concordancia con la enseñanza de que cada estrella tiene un nombre individual".
El gran médico hermético Paracelso escribió:
"Hay una estrella en el hombre por cada estrella en el cielo".
Manly P. Hall sobre esto agrega:
"Un místico escribió:
'Hay una flor en el campo por cada estrella en el cielo'.
Los electrones son pequeñas estrellas; las estrellas son vastos electrones. Cada célula es un sistema solar y cada sistema solar es una gran célula.

Los órganos del cuerpo humano están hechos de incontables diminutos universos y nuestro universo en conjunto con innumerables otros compone los órganos de un ser más vasto".

lunes, 26 de junio de 2017

11 dimensiones en el cerebro humano





13 Junio 2017
del Sitio Web PijamaSurf

 






Estudio detecta
estructuras multidimensionales en el cerebro humano,
en un descubrimiento que podría ser revolucionario.



El cerebro humano ha sido descrito como el sistema más complejo del universo por algunos científicos, y aunque no podemos estar seguros si esto es una visión antropomórfica de la realidad, lo cierto es que sigue sorprendiéndonos.
Una nueva investigación (Cliques of Neurons Bound into Cavities Provide a Missing Link between Structure and Function) se ha volado la barda en este sentido.

Un equipo de científicos liderados por Henry Markram ha descubierto que el cerebro opera hasta en 11 diferentes dimensiones, creando estructuras multidimensionales,
"que nunca habíamos imaginado".
El equipo de investigadores, que se encuentra estudiando el cerebro en el afán de replicar un cerebro funcional (el programa Blue Brain), utilizó un avanzado modelo matemático para develar la arquitectura oculta del cerebro, que se hace patente cuando se procesa información.
Esto se conoce como topología algebraica, y es descrita como una combinación de un microscopio con un telescopio.
"La topología algebraica es como un telescopio y un microscopio al mismo tiempo, puede ampliar las redes para encontrar estructuras ocultas - los árboles en el bosque - y ver los espacios vacíos - los claros - todo al mismo tiempo", dijo uno de los autores del estudio.
El equipo descubrió que el cerebro forma grupos de neuronas que llaman camarillas (cliques, en inglés).
Dentro de estos grupos, cada neurona conecta con todas las demás y produce un objeto geométrico; entre mayor cantidad de neuronas, aumentan las dimensiones.
Se llegaron a observar hasta 11 diferentes dimensiones, a las cuales han llamado cavidades; éstas son una especie de agujeros hiperdimensionales que emergen para procesar la información y luego desaparecen. Estas cavidades surgen como la geometría del procesamiento de información.
Al visualizar esto, el equipo describe así lo observado:
Es como si el cerebro reaccionara a un estímulo construyendo y luego arrasando una torre de bloques multidimensionales, comenzando con barras (1D), luego tablas (2D), luego cubos (3D), y luego geometrías más complejas con 4D, 5D, etc.

La progresión de la actividad a través del cerebro se asemeja a un castillo de arena multidimensional que se materializa fuera de la arena y luego se desintegra.
De acuerdo con Markram, esto podría explicar por qué el cerebro es tan difícil de entender: las matemáticas que usamos no pueden detectar estructuras multidimensionales.

Esto difícilmente podría sonar más como ciencia ficción.
Pero aún hay más. Existen decenas de millones de estos objetos en sólo una pizca del cerebro, que llegan hasta siete dimensiones, y en casos menos frecuentes, estructuras que se elevan a 11 dimensiones.
Así, para aquellos que están buscando otras dimensiones:
que busquen dentro de sí mismos.